Cuando hago algo por una personal, lo puedo hacer de un modo genuino y
auténtico, o de un modo que persigue (habitualmente, de manera inconsciente)
algún propósito, es decir, con una agenda o intencionalidad.
A esto último me refiere en este artículo: a la necesidad de complacer (contraria, por
tanto, a la libertad de decidir, desde la adulta y de manera consciente) si hago eso
por el otro o no.
Las razones desde las cuales complacemos son variadas, pero hablaré de las que
más frecuentemente se encuentran, que serían la identificación con un rol de
“salvadora/cuidadora”, el cual a su vez puede asentar sobre otra causa común y
última, que es un intento (adaptativo en su día) de obtener afecto a través del cuidar
o satisfacer las necesidades de los demás; esto implica que el sistema entendió
que, tal como es, no sería suficiente para recibir ese afecto y habría de buscar otros
modos de hacerlo.
También es frecuente encontrar una confusión entre “ser querido” y “ser
necesitado”; esto quiere decir que nuestro concepto de amor está condicionado a un
“hacer” y no a un “ser” -”soy querida/apreciada por lo que hago, no tanto por lo que
soy”-.
A menudo el complacer compulsivamente no tiene tanto que ver con -únicamente-
recibir amor, sino más bien con sentir que tenemos que ganarnos ese amor, en
tanto en cuanto me sacrifico por el otro; el sistema puede que no haya entendido
que el amor no es algo que haya que ganar, sino que se recibe únicamente por ser
lo que uno es.
¿Cómo podemos saber que no estamos actuando tanto desde un deseo genuino
como desde el perseguir un objetivo –el de recibir, de un modo u otro- más afecto-?
Lo que marcará la diferencia será cómo nos sintamos al hacer ese algo por el otro;
si me siento bien, satisfecha por haber ayudado, es porque lo hecho desde una
libertad (consciente, por tanto); sin embargo, si aparece en mí enfado, frustración o
expectativas de recibir “algo” a cambio (así como más enfado aún al ver que no lo
recibo, por ejemplo) será indicativo de que esto partía de una motivación
inconsciente de complacer (y, por tanto, no libre).
Es de gran importancia, al menos, tener claridad sobre desde dónde hago lo que
hago, para desde ese punto indagar en las raíces y creencias que subyacen para
empezar a sanar.